Hace años dibujé a Berthe Morisot, Manet y Picasso en el mismo espacio. Trataba de conectar de alguna manera con pintores y pintoras cuya obra me interesaba. En aquellos años, representaba cualquier persona, artista o no que hubiera suscitado mi interés. Había algo mágico en el proceso. Poco a poco iba definiendo los rasgos y principales características, buscando el parecido.
Los retratos a lápiz permiten una recreación de facciones y gestos de manera fiel al rostro de la persona. Pero, en cualquier caso, un dibujo ya es una realidad paralela e independiente. Si se trata de un dibujo del natural forzosamente expresará de modo más dinámico el carácter de la persona, porque ésta no permanece inmóvil. Por eso, cuando trabajo desde una o varias fotografías, intento que el dibujo no resulte demasiado estático.
A ello ayuda que algunas formas queden menos definidas, incluso la combinación del grafito con una capa fina de pastel aporta movimiento además de una sensación corpórea. Sobre todo, es importante captar la mirada de la persona incluso en retratos a partir de fotos antiguas. Debemos tener en cuenta que la fotografía solo es un medio; la persona estuvo ahí un día y el dibujo debe reflejarlo. Las pupilas pueden resaltarse y los párpados dibujarse de manera que envuelvan la mirada enmarcada por las cejas. Todo debe cobrar vida sin demasiado estruendo.
Retratos de bebé, 2020.
Quizás porque en Japón sentía mucho más cercano todo lo verde, las flores, los vivos colores, la naturaleza comenzó a verse reflejada en los dibujos de un modo simbólico y esa influencia ha continuado hasta hoy. Esto se ha traducido en retratos oníricos en los que combino el paisaje, las flores, las aves o insectos con el rostro humano.
Las flores siempre simbolizan la belleza, pero también la tristeza, lo efímero, el paso del tiempo. Las líneas de sus pétalos y el marchitar de su frescura es como el envejecimiento. Esto traté de reflejar en los retratos acompañados de flores como en la obra “Dos” que describo en esta misma web, en la sección Naturaleza.
La combinación de flores con el rostro humano ha sido un motivo recurrente en mi obra cómo búsqueda de la belleza y el sosiego. En ambos, rostro humano y flores, encuentro formas preciosas y también complicadas de dibujar. Es un reto sin duda.
Dibujar personas, sean de donde sean, es siempre bonito e interesante pero destaco mis dibujos y apuntes realizados en Japón en su mayoría. Varias veces he tratado de dibujar la cara de una persona oriental y, en mi opinión, ello implica ser más consciente, si cabe, de la simetría y la línea si comparo con otros retratos. Ahora los miro y recuerdo muchos de mis intereses y razones por las cuales dibujaba y me sumergía en la estética que me rodeaba.
Puedes encargar un retrato desde la galería online Singulart.
Encargos de particulares a partir de fotos, 1997-2000.