Una de las experiencias más bonitas cuando se aprende a dibujar, es tratar de plasmar las formas del cuerpo humano. Intentarlo no es fácil pero es necesario para aprender a atrapar el volumen. Porque en cada músculo, articulación o recoveco del cuerpo existe una forma geométrica subyacente que nos ayuda a representar la tridimensionalidad.
Estos son unos apuntes de modelo que tomé en la facultad de Bellas Artes de Okinawa, Japón. Una de las partes más interesantes al dibujar son las manos. En los dedos hay cilindros, conos... En las articulaciones poliedros... En las sombras elipses... Fijándonos en la plasticidad de estos hallazgos, simplificamos la realidad que no es plana.
Y de esta forma, en nuestro papel aparece una imagen bidimensional que con unos pocos trucos y observando mucho, conseguimos que parezca tridimensional.
Luego cada uno tiene su estilo. La línea puede aportar mucha personalidad al dibujo.
Con los pies sucede algo muy parecido pero, al poder moverse menos, es la mano la que puede aportar mayor interés en la composición.
Si nos paramos a estudiar la cabeza humana, su volumen y protuberancias, las curvas van a ser protagonistas. Es una de las prácticas que más pueden ayudar a dibujar posteriormente casi cualquier cosa. Al principio, las divisiones y esquemas son necesarios pero, poco a poco, podremos prescindir de ellos. El siguiente paso es representar el volumen a través del claro oscuro. En mi sección de retratos hay algunos ejemplos de dibujos acabados. Aunque, a decir verdad, el que un dibujo esté finalizado o no en ciertos casos no es tan importante. Los dibujos a medio hacer también pueden aportar frescura e interés a la obra.
En la serie siguiente muestro un ejercicio de autorretrato que hice en mis años de estudiante. Creo que fue una propuesta muy interesante y motivadora. Por supuesto un reto ya que no es fácil captarse a uno mismo. Utilicé un espejo y trabajé con técnicas distintas. Quise representarme en distintas posiciones y actitudes.
En construcción